Don Marcial Apablaza semana a semana, junto con su compañero, se adentran en uno de los lugares más temidos de la capital del Quindío: la cueva del Humo. Con un termo de pintadito y una bolsa de pan, recorre las estrechas calles, con olor a humedad y a droga, rodeada de casitas mal hechas, basura y costales, miradas vigilantes y tensión en el aire, con un único objetivo, servir a los más vulnerables.
La presencia de habitantes de calle, consumidores y diversas problemáticas de este sector, son el paisaje de los niños que residen allí, mismos que han sido abandonados por completo, tanto por la comunidad, como por el estado, únicamente don Marcial, es quien extiende una mano para que estos pequeñitos puedan salir de este entorno, tener nuevas oportunidades y construir un futuro diferente, pues como lo afirma don Marcial, es gente bonita, en medio de un terreno olvidado por el mundo.
Y es que aunque la población de este sector tenga graves problemas sociales, las familias reciben al equipo de don Marcial con sonrisas, abrazos y mucho respeto. Entretanto, las madres de familia tienen un sueño en común, tener un parque para sus hijos.